domingo, 4 de marzo de 2012

La vie est belle?

Calurosa tarde de viernes: ¡qué mejor idea que irse de casa rural! Así que después de ultimar preparativos y recargar el maletero con cerveza, pusimos rumbo a La Maison Ronde.

Viajecito largo, con algún que otro conflicto con la Guía Michelín, pero al final llegamos. Y esto fue lo que nos encontramos:



¡Vaya choza! En medio de la nada eso si, pero una casa preciosa, construida y diseñada por los dueños, con habitaciones bastante grandes y todos los utensilios necesarios para pasar un buen finde en el campo.

Barbacoa en febrero, ocalimotxo vasco, pirámide... todo acompañado del "Mojito de la muerte". ¡Vaya olor! Abrir la nevera era todo un reto la verdad...Pero como campeones pudimos con ello, acompañados de buena música y de buena gente (mayoría zurdos por cierto).

El sábado por la mañana tocaba salir a inspeccionar el terreno. Nos acercamos al pueblo mientras los chicos estaban inmersos en un torneo de pingpong. La verdad es que por no haber no había ni un bar, pero casualidades de la vida, justo coincidimos con una vuelta ciclista que le daba un poco de vida a Monthoiron. Comimos unos deliciosos espaguettis carbonara preparados por Fran a las 5 de la tarde y dedicamos la sobremesa a jugar al UNO.

¿Cuál es el gallo?


Por la tarde cobró protagonismo un amigo que hacía mucho que no compartía una tarde conmigo: el Monopoly!! Después de la insistencia de Manu para jugar, nos pusimos a ello sin saber la que nos iba a caer. El estratega demostró sus dotes y nos metió una paliza de alucine. Y como en todos los viajes, una comida lleva a otra comida para pasarse el día comiendo, así que al dejar la partida, empezamos a preparar la segunda barbacoa, con sus patatitas fritas y su hamburguesa al gusto de cada uno.. ¡Rica, rica!

Después de éxito que tuvo el mojito, el vino fue recibido con los brazos abiertos. El problema fue que no duro mucho. Visto que con tanta gente la única baraja útil era la del UNO, nos inventamos unas normas para hacer del juego un continuo "Bebes". Y claro, con la mala suerte que tengo, las dos botellas que teníamos para compartir María y yo se acabaron en un plis. Luego se unieron los chicos y claro, el vino no dejó de correr.



Cambiamos el UNO por la versión española del Black Jack: el siete y medio. El juego derivó en chupitos de vino tinto, lo nunca visto. Luego, conversación y una partidita de escoba y a dormir.


Comando limpieza para dejar la casa como los chorros del oro y darnos cuenta de la cantidad de mierda que generamos. Después del visto bueno de la señora, tomamos rumbo a Poitiers.

Decepción total: no había un alma por la calle, cualquiera diría que estábamos en Origen con Leo diCaprio. Gente muy rara, ciudad poco cuidada y con todo cerrado. Nos salvó el Subway, comimos y pusimos fin a la escapada rural con un largo camino de vuelta.

Hôtel de ville à Poitiers


En definitiva, finde genial que responde a mi pregunta inicial con un SI como una catedral.

XOXO



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