Ayer hice mi primer visita a la Laverie. Busqué alguna que no me pillara muy lejos de casa y puse rumbo cargada con la mochila y una bolsa llenas de ropa sucia.
Me vi delante de todas esas máquinas ruidosas y alocadas, y no pude más que pedirle ayuda a una chica que estaba esperando a que su ropa saliese limpia. Muy maja, me enseñó cómo debía proceder: meter la ropa en la lavadora, selección del programa (uno que no destiña nada por favor), método de pago, compartimentos para detergente y suavizante ¡Es todo un arte!
Para no irte a casa con todo mojado, hay unas estupendas y gigantes secadoras al módico precio de 60 céntimos 6 minutos. Puedes elegir el tiempo en múltiplos de 6 y la temperatura a la que quieres secar. Mientras todo esto ocurría, la Laverie era una entrada y salida de la gente más dispar que te puedes imaginar, y para mi sorpresa, la mayoría hombres! Desde los típicos jovencillos que traen sus cosas en bolsas destrozadas, hasta el padre de familia que trae su ropa, las sábanas y la ropa de toda la familia.
En resumen, un lugar interesante al que no tendré más remedio que ir a menudo y pagar por la visita 7 euritos ricos ricos.
XOXO
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